Nunca más tendremos dueños…
Rubén Darío Gómez
Arnaiz
Derecho
Twitter: @RubenDarioGA
“El hombre ha nacido
libre y por doquiera
se encuentra sujeto con
cadenas”
(Jean Jacques Rousseau)
Nuestra Constitución proclama en
su artículo 39 que la soberanía reside esencial y originariamente en el pueblo.
Más adelante, en su artículo 41,
aclara que el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión y
los de los Estados –la democracia representativa supone estos primeros
intermediarios– y que la renovación de
éstos se realiza mediante elecciones en las que participan los partidos
políticos, segundos intermediarios.
Según la definición
constitucional, los partidos son entidades de interés público cuyo fin es
promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la
integración de la representación nacional y, como organizaciones de ciudadanos,
hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público. Este es el
mandato constitucional de los partidos: ser instrumentos de la soberanía
popular en el contexto de una democracia representativa.
Fuera de estas dos o tres
pinceladas programáticas, el resto de la normativa constitucional se enfoca en
las prerrogativas de los partidos: financiamiento público, acceso a medios de
comunicación, duración y tenor de las campañas políticas, instancias de
decisión e impugnación, etc.: Un sistema que se replica sin variantes
significativas en Jalisco y cuyo hilo conductor es el protagonismo y los
privilegios de estos intermediarios.
A la vista del diseño
constitucional de nuestra democracia y de su contraste con nuestra realidad, nos
preguntamos si es posible acortar la brecha de la soberanía popular, primero
logrando una democracia representativa más auténtica y, en último término,
viviendo una democracia participativa.
Y es que nos sucede a los
ciudadanos lo que a los asistentes a algunos conciertos de jazz contemporáneo.
Se supondría que la audición es para nosotros, pero al poco tiempo los músicos son
los únicos que se divierten. Así es, los
partidos hacen su política, pactan
entre sí sus reglas en su beneficio, eligen sus candidatos y hacen sus campañas. Lo malo es que todo esto lo
hacen con nuestro dinero, con nuestras instituciones y casi siempre a nuestro disgusto.
Parecería que no hay mucho que
podamos hacer. Son ellos los verdaderos amos de la Nación y de todo cuanto
contiene, incluida la propia Constitución que les da vida y la que sería
preciso reformar para lograr un cambio de fondo. No es razonable albergar la
esperanza de que lo hagan espontáneamente. Aquel medio por el cual se suponía que
ejerceríamos la soberanía se ha vuelto contra nosotros.
Ratones eligiendo gobiernos de
gatos como en “Mouseland” http://www.youtube.com/watch?v=7fNI5Hnjydo)
o un hechizo que se rebela contra su artífice, como en “Aprendiz de Brujo”. El
lector elija el argumento. La realidad es la misma: son ellos contra nosotros.
El peor botón de muestra es quizá
el binomio corrupción-impunidad. Los
partidos políticos son de hecho las primeras y más eficaces estructuras de
impunidad. Los actos de corrupción y las ineptitudes de los políticos entran en
“cámara de compensación” y ahí, entre ellos, se silencian y se saldan mediante
ecuaciones ocultas. La observancia de la ley se negocia a espaldas y en
perjuicio de los ciudadanos, los funcionarios reciben las instrucciones
oportunas y la corrupción lo inunda todo, sencillamente porque sus agentes
saben que quedarán impunes.
Hoy la ciudadanía que clamaba
cambio en Jalisco poniendo sus esperanzas en el PAN se encuentra decepcionada
ante la evidencia de que tampoco este instituto político escapa a esta
vergonzante realidad.
La preeminencia de los partidos y
su degradación son lo que me hace sostener hoy, que lo que está en juego en
Jalisco es sobre todo esto: cambiar de dueños o librarnos de ellos.
Me parece evidente que si
elegimos a Aristóteles Sandoval, será el PRI quien gane y que, guardadas las
proporciones, lo mismo es aplicable al voto por el PAN. Simple diferencia de
grado.
En cambio, la opción por Enrique
Alfaro sí implica un giro cualitativo. Se trata de la única oferta política genéticamente
capaz de vigorizar nuestra soberanía. Me explico.
El triunfo del PRI o del PAN tendría
como causa eficiente no el voto de la ciudadanía, sino el conjunto de variables
que aun son capaces de inducir ese voto. Entre otras: nuestros propios impuestos
operando a su favor, las estructuras partidistas, los aparatos gubernamentales,
las redes clientelares, los compromisos, los spots en medios, las encuestas manipuladas y un largo etcétera... La
lealtad del gobernante seguiría rendida no a quienes lo votaran, sino a quienes
dominan y proveen esas variables.
El triunfo de Enrique Alfaro
sería, en cambio, muy difícil de atribuir a una causa que no fuera el despertar
de la conciencia ciudadana que este político ha suscitado. No le debería la
elección a su partido (virtualmente desconocido en Jalisco) ni a estructuras
formales, ni al dinero público, ni a los medios de comunicación ni a poderes
fácticos. La causa eficiente seríamos los ciudadanos: el pueblo, diría nuestra
Constitución, que se haría escuchar con más fidelidad, con un intermediario
menos.
Esta es una hipótesis preocupante
para los partidos políticos y muy esperanzadora para la gente. No nos jugamos seis
años de gobierno, sino la dignidad y la confianza de los ciudadanos en nosotros
mismos. La conciencia de que los ratones podemos librarnos de los gatos, de que
el aprendiz de brujo puede aprender la lección y dominar el hechizo.
La victoria de Enrique Alfaro no
es puerto de llegada, sino punto de partida. El rumbo: una soberanía más
genuina y operativa, base y laboratorio para alcanzar la mayoría de edad en una
democracia participativa y, a la postre, mejores gobiernos, espoleados por una
ciudadanía que se informa, se respeta y manda.
Hay entusiasmo en Jalisco. A partir
de este primero de julio, nunca más tendremos dueños…
A partir del primero de julio, tendrá que buscar otro ratón a quien apoyar...
ResponderEliminarLa gran ventaja de ser libre y no vivir de la política es que no, no tendríamos que buscar a otro ratón...
ResponderEliminarMenos mal que lo reconoce, andan tras uno...
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